Primer desayuno con Malarone (vacuna contra la malaria) en nuestro viaje. A partir de ahora y hasta el día 26 de Agosto, las pastillas nos acompañarán cada mañana siempre a la misma hora. El tratamiento hay que comenzarlo unos días antes de entrar en la zona de riesgo y seguir unos días después de abandonarla.

Es un arma de doble filo, porque los efectos secundarios pueden ser similares a los primeros síntomas de la enfermedad. Además, recomiendan aumentar la dosis (máximo 15 diarias) en caso de caer enfermo. Pero yo me pregunto: ¿Cómo podríamos saber si los primeros síntomas son efectos secundarios o la enfermedad? Por si acaso, mejor que no pase nada.

Mini crucero por la bahía Walvis

Salimos hacia Walvis Bay para montar en un catamarán y hacer una ruta por la bahía. Es un lugar perfecto para poder ver delfines, focas, e incluso con un poco de suerte ballenas. También una gran variedad de aves que viven tanto ahí como en la laguna. Era una mañana fría, con niebla y aire, todo lo contrario al clima que habíamos tenido hasta el momento. 

A los Cormoranes les gusta volar raso, a escasos centímetros del mar. Se puede escuchar el ruido de las alas pegando en el agua constantemente.

Después de navegar alrededor de media hora, llegamos a Cape Cross, el Parque Nacional y mayor colonia de leones marinos de África.

Imposible dar una estimación de los ejemplares que viven ahí; la horquilla empieza en 100 mil y llega hasta 250 mil. El barco se acercó lo suficiente a la orilla como para poder ver de cerca sus actividades diarias. Las madres cuidan de los pequeños, mientras los machos adultos pelean entre ellos, o la mayoría simplemente descansan apoyados unos sobre otros. El olor que nos trae el viento es fuerte, para que nos vamos a engañar, pero realmente merece la pena aguantar un poco.

Tuvimos ocasión de ver como un coyote intentaba sacar del agua una pequeña foca muerta, creemos que el agua la dejó en la orilla y el amigo coyote ponía todo de su parte para arrastrarla fuera y darse un banquete.  

Los leones marinos, tranquilos ajenos a nuestra presencia
Triste final para la foca, el Coyote no piensa lo mismo.

Durante la travesía, la tripulación sacó de la nevara un caldero lleno de pescado fresco. En apenas un par de minutos una foca se subió por la parte trasera del barco y varios pelicanos empezaron a revolotear alrededor. Están más que acostumbrados a que les den de comer y esperan todos los días la ración diaria.

Como parte del programa, regresando a Walvis Bay, enseñan cómo y dónde cultivan las ostras Namibias. Te invitan a probar alguna cruda y otras cocinadas, así como también pescado. De todo el menú, fuimos descartando alimentos complicados, sobre todo las ostras, que te pueden amargar el viaje…

Lo que viene siendo, cazar al vuelo…

Después volvemos otra vez a tierra, el puerto es el epicentro del comercio. Está lleno de puestos ambulantes, vendiendo tallas de madera y muchas más cosas de arte africano. Como en todos estos lugares cuando hay extranjeros, el regateo es deporte olímpico.  

En una esquina del aparcamiento, 3 mujeres Himbas, sentadas en el suelo con sus hijos pequeños, vendían collares y figuritas. Fran intentó inmortalizar el momento con su cámara de fotos (sin pedir permiso), pero una de las mujeres se dio cuenta y le saludó con el dedo corazón en todo lo alto, gesto universal donde los haya y el resto doblados de la risa…

Las castañas de Swakopmund

En Swakopmund recogimos nuestras cosas de la consigna del hotel y entramos en una tienda de recuerdos a comprar 2 tonterías porque tenían muy buen precio. El problema era que la señora que atendía (en España llevaría años jubilada) quería hacer el mes con nosotros y como el tema del cambio a dólares no lo tenía muy claro, hacía unas cuentas tal que así: Calcetines de África costaban 50$N, que vienen siendo 5 euros; yo le entregaba 20 dólares americanos (18euros), y ella me devolvía 7$N (sobre 0,70 euros), el resto se lo comisionaba ella me imagino….

Con una calculadora se lo explicamos bien, y al segundo intento entendió el cambio, menos mal…. Luego buscamos una lavandería porque era necesario volver a tener ropa limpia después de una semana. Fue un auténtico fracaso, encontramos una donde sólo tenían una secadora funcionando y al menos 8kg de ropa esperando su turno. La otra que había en la ciudad estaba cerrada, porque aunque nosotros no sepamos en qué día vivimos, o en que hora, el resto del mundo sí. Un sábado por la tarde no abren ni en Namibia.

La lavandería donde tenían mucho trabajo. Si llegamos a dejar la ropa allí, al ritmo que trabajan quizás hubiéramos tenido que esperar uno o dos días

Nunca hubiera imaginado que encontraríamos una lavandería en Swakopmund, y menos que nos darían un plazo de entrega de dos días… 

Ya que no había lavandería, aprovechamos, para hacer la compra de los siguientes días, que tenía que ser bastante grande. Como Swakopmund no es muy de fiar, sobre todo si llevas dos coches llenos de trastos, me ofrecí voluntario para quedarme en la calle y vigilar nuestras pertenencias.

Así conocí a un par de vendedores ambulantes que te ofrecen unos minerales del tamaño de una habichuela por un módico precio de medio euro. Primero se acercan, te preguntan de dónde eres (cuando les dices que eres español contestan, ah!! Espania, World Champion!!) y acto seguido comienzan a hablar como en susurros y muy rápido enseñando lo que venden. Cuando les dices que no vas comprar, empiezan a pedir de comer, beber o incluso ropa. Es muy triste…

Decidimos que era el momento de abandonar la ciudad cuando al otro lado de la calle la cosa se empezó a poner muy tensa. De repente, un guardia de seguridad de un KFC (Kentucky Fried Chicken) empezó a darle latigazos a un hombre que llevaba algo entre unas bolsas, nos imaginamos que lo acabaría de robar.

Nuestra última parada en Swakopmund fue en la misma gasolinera donde la noche anterior compramos el agua y el hornillo. Mientras unos pagaban, otros nos quedamos en el coche y ahí fue cuando se nos acercó un chico de unos 28 años de edad; nos preguntó nuestros nombres y con una habilidad nunca vista empezó a grabar unos dibujos y nombres en una castaña que tenía en la mano….

Foto recuerdo de nuestro encuentro con los castañeros.

De repente aparecieron otros dos compañeros, o socios del negocio, no lo teníamos muy claro. Estos dos, sacaron una especie de navajita del calcetín, y en poco tiempo teníamos cada uno su castaña diseñada y personalizada al gusto. Hablaban entre ellos con chasquidos de la lengua (como hacen los bosquimanos), lo que era muy curioso. Yo estaba más atento a como hablaban, que a las castañas.

No preguntamos el precio antes de que tallaran las castañas y cuándo llegó el momento de pagar, nos querían cobrar 100$N por cada una. Haciendo una rebaja por ser nosotros (¡no esperábamos menos!), al final y con el regateo consecuente, llegamos a un acuerdo de 350$N por todo, sobre 5 euros cada castaña. No queríamos pagar poco, pero tampoco un precio loco como el que habían puesto en un principio.

El monstruo de un solo ojo

Nuestra siguiente parada en el mapa estaba en algún punto a mitad de camino de la Skeleton Coast. En un principio la carretera tiene asfalto, pero pronto se vuelve una enorme pista de tierra con sus baches, montículos y restos de ríos secos. En verano con las lluvias estos caminos tienen que ser imposibles.

El paisaje es desértico, sin nada que echarse a la vista en muchos kilómetros, escasa vegetación baja de un lado y el mar al otro. Las indicaciones que tenemos, nos dicen que nuestro camping está un poco después de la milla 109. Creemos que tiene que ser un sitio importante, porque los únicos carteles que nos encontramos, señalan siempre ese punto.

Es una zona llena de piedras de sal, a lo largo de todo el camino. A alguien se le ocurrió montar mesas con unas latas con una rendija y un cartel con el precio de venta. Una visión de negocio de lo más optimista porque justo debajo y alrededor de cualquiera de las mesas hay muchas más piedras, más grandes y bonitas 

Una de las muchas mesas autoservicio, donde comprar y pagar las piedras de Sal.

En algunos tramos de la pista, vemos zonas de obras, donde un par de trabajadores, le hacen mantenimiento a la pista con una máquina. Viven en tiendas de campaña o casetas, pasando el resto del día en la más absoluta soledad. Si la pista tiene más de 200 kilómetros ¿cada cuánto van a su casa? Así son las cosas por aquí.

Por fin encontramos la famosa milla 109. Un poco antes, atravesamos una zona que creemos que está llena de minas, las señales de peligro de muerte y un vigilante cuidando de que nadie entre nos dan una idea.

No nos podíamos creer lo que encontramos en la milla 109. Parecía algo totalmente surrealista, sacado de una película de terror. Unos depósitos de agua en lo alto de una torre metálica, sirven de refugio a una colonia de cormoranes que no dejan de gritar y manchar todo continuamente. El cielo oscuro, nublado y con un aire húmedo y frío que se metía en los huesos. Allí, en medio de la nada, únicamente 2 casetas medio caídas y otra bastante azotada por el mal tiempo, componían nuestro “supuesto” alojamiento.

La torreta, los depósitos y a la derecha la caseta sin luz que hacía las funciones de supermercado..

El guardián de semejante lugar, es un hombre negro al que le faltaba un ojo. No tenía ni idea de inglés, tampoco sabía si podíamos encontrar otro camping cerca, o si teniamos que pasar la noche ahí. Nuestro encuentro con el guardián, tuvo lugar dentro de una caseta que parecía un supermercado/recepción, donde no había luz y las estanterías estaban prácticamente vacías… Parecíamos los protagonistas de una película de miedo, donde siempre va desapareciendo el último del grupo.

Una pareja de franceses algo perdidos (y sorprendidos) llegaron al mismo inhóspito lugar que nosotros y de manera valiente pretendían pasar allí la noche. No sabemos cómo, ni dónde, ni si salieron con vida….

Llegada a ninguna parte

Ante semejante lugar, decidimos seguir un poco más adelante y tentar a la suerte esperando encontrar otro lugar. En el peor de los casos, podíamos volver atrás y acompañar a los franceses o hacer noche en medio del desierto con la tiendas amparados por los coches.

Pero la suerte estaba de nuestro lado, y unos kilómetros más adelante, un cartel a la izquierda nos indicaba otro camping. Llegamos tras recorrer una pista de tierra, abierta por una excavadora, y con varias pozas llenas de agua. Una casa de madera con un fuego a la puerta nos indicaba que la civilización estaba cerca. La situación siguiente no fue menos cómica que en la milla 109…. Con un viento frío que cortaba la respiración y la oscuridad de la noche, el dueño, un hombre blanco, de unos treinta años, nos estaba esperando para presentarse y darnos la mano.

Ninguno de nosotros nos explicamos aún hoy en día, como una persona de esa edad y de ascendencia europea, puede elegir vivir en medio de ninguna parte. Este amable hombre, nos invitó a pasar a su casa, donde su mujer nos hizo un comprobante de nuestra reserva.

Hacer un Road Trip es sinónimo de que al menos una noche vas a dormir en un sitio totalmente inesperado.

Me sorprendió mucho su casa, por dentro estaba amueblada de forma muy coqueta, con todo lo necesario para vivir (incluso más), tenían hasta un loro como mascota. En ese momento nos surgió otra pregunta: ¿Cómo llevan todo hasta allí? ¿Cuándo y cómo hacen la compra? ¿Van sus hijos al colegio? Teniendo en cuenta que la población más próxima es Swakopmund y está a más de 200 km por una pista de tierra….

Salimos a la oscuridad y comprobamos que aparte de esa casa, había otra más. Ambas de madera y separadas por una pequeña distancia. El hombre nos preguntó que tipo de alojamiento teníamos y le contestamos que tiendas de campaña. Nuestra respuesta le causó gracia y se echó a reír porque el viento y el frío eran intensos. Preguntamos el precio para cambiar la noche de camping por una de las casetas de madera, que aunque no parecieran muy lujosas, al menos no saldríamos volando.

La casas son de madera con tejado de chapa. Tienen cocina-salón que ocupa casi todo el espacio, dos habitaciones con múltiples camas y un baño en el centro. Las habitaciones tienen unos somieres artesanales con colchones de 5ª mano que daban un poco de asco, pero como íbamos a dormir en el saco no encontramos ningún problema. 

Cerramos el día con el ruido del mar, el frío y el sonido el aire entrando por todos los agujeros de la casa. ¿Qué nos encontraremos mañana? ¿Dónde estamos? ¿Seguirán vivos los franceses? 

*Nota*: Actualizando la información de los alojamientos (Mayo 2023) vemos que St Nowhere SPA and camp sigue abierto, han ampliado un poco sus instalaciones, ofrecen servicio de SPA con sales y piscinas naturales. ¡También agua caliente !. Que suerte… 

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