El despertador sonó bastante temprano. Hicimos el esfuerzo por levantarnos aunque nuestro cuerpo no estuviera muy de acuerdo con esa idea. Desayunamos algo rápido y nos pusimos en marcha cuanto antes en dirección al Cañón del río Fish.

Mientras Jorge rellenaba los papeles para acceder al Parque, yo investigaba un poco el mapa de la zona.

De paseo por el cañón

El río Fish apenas lleva agua en invierno. Pero, como señal de lo que un día fue, ha dejado una zona erosionada durante 600 millones de años, hasta formar el segundo cañón de un río más grande del mundo y primero de África.

En mi opinión personal, sin desmerecer nada al Gran Cañón de Colorado que para hacer excursiones de trekking o sobrevolarlo en helicóptero es el sitio perfecto. El cañón del río Fish, para una visita breve, es mucho más espectacular. Las zonas de visión así como miradores son más espaciosas y amplios. Se puede ver mucho mejor lo que queda del río y, sobre todo, hay muy poca gente; lo que permite tomarse todo con mucha más calma y sin agobios.

Una de las grandes «herraduras» que se han formado en el cañón. En general, no tiene tanta altura como el del Colorado, pero es mucho más tranquilo de visitar

El río Fish es un río largo y aunque no lo aparente, recorre más de 650km siendo afluente del gran río Orange, el cual llega hasta la frontera con Sudáfrica. Parece increíble, pero todo el cañón que vemos, con zonas de más de 100 metros de profundidad, fue en su momento un enorme cauce de agua quién sabe si lleno de plantas, peces y vida en general.

Un Spa en medio del desierto

Después de la ruta por varios miradores, seguimos un poco hacia el interior para comprobar si encontrábamos alguno más espectacular o todos eran similares. Por supuesto Fish River tiene rutas de varios días para los amantes del trekking, pero no era nuestro caso esta vez. Nos desviamos en el siguiente cruce para buscar la pista que nos llevaría a las Hot-Springs. Un lugar del que sabíamos muy poco, por no decir nada.

El camino, es una pista de 70 km llena de piedras, con miles de baches y muchísimo polvo. No es recomendable para cualquier vehículo, incluso nuestros pequeños 4×4 parecían sufrir con su dureza. Después de casi hora y media de conducción “difícil”, llegamos al final del camino que es justamente la entrada al recinto. Parece imposible, que tras tantos kilómetros y tierra deshabitada nos podamos encontrar con vida humana ahí.

 Los peores momentos en la conducción son siempre cuando va otro vehículo justo delante. El polvo se hace insoportable, incluso dentro del habitáculo. La visibilidad es prácticamente nula, por eso es recomendable pararse para dejar un margen prudencial y retomar la marcha cuando la visibilidad vuelva a ser aceptable.

El polvo y las piedras son una constante si vas muy cerca de otro vehículo.
Las pistas son interminables rectas que atraviesan Namibia de norte a sur. Por las nubes de polvo podemos contar cuántos somos, en este caso 4.

El complejo donde están las Hot-Springs y un Resort se llama Ai-Ais, y es un lugar habitual para mucha gente de la zona y Sudafricanos que cruzan la frontera para pasar unos días de descanso allí. En la recepción, una chica muy amable nos informó sobre opciones, alojamientos, actividades, horarios, etc. Lo mejor de todo es que entrar para bañarse en las piscinas es gratis.

Antes de nada, decidimos comer algo consistente tras la mini-cena de la noche anterior. Pedimos de menú 2 zancos de pollo con patatas fritas y una Coca-Cola. Ni que decir tiene que la ensalada que acompañaba se quedó entera en el plato, aunque Fran seguía sin opinar lo mismo. Después de comer nos pusimos el bañador y fuimos directos a la piscina de agua a 37ºC, pero la cantidad de agua caliente que entraba en la piscina no parecía suficiente para tantos litros, porque estaba bastante fría.

No era el mejor sitio del mundo para bañarse, porque el fondo estaba lleno de polvo oscuro, que se levantaba al caminar. Pero de verdad, íbamos a poner pegas a un Spa gratis en medio de la nada Namibia? Yo desde luego NO.

Finalmente, estuvimos en la piscina durante casi 1 hora. Compartimos charla con varias personas, entre ellos unos chicos que también estaban en el mismo camping que nosotros. Para tener una experiencia completa, quisimos probar la piscina interior; un SPA a la africana, muy bonito y bien diseñado, pero con el agua y el fondo arenoso en el mismo estado, o incluso peor que la piscina exterior. Esta vez Fran fue el único valiente que se atrevió a entrar.

 

Este es el Spa interior, con agua también a 37 grados.

El arroz blanco y la cazuela negra

Para terminar el día, dimos un paseo hasta una pequeña presa cercana, que es de dónde extraen el agua para las piscinas. Nos subimos al muro de contención; Jorge para grabar un poco y yo simplemente por pasar el rato. Una familia de monos bastante grande nos observaba desde la otra orilla del río, siguiendo nuestros movimientos con relajación pero a la vez cautela.

De vuelta al camping, paramos a comprar unas garrafas de agua y unos troncos para hacer fuego y preparar la cena. Al no tener hornillo, el fuego era nuestra única solución. Los troncos de madera eran demasiado gordos y no prendían con facilidad, así que Jorge y yo, haciendo algo totalmente NO recomendado, nos fuimos a buscar en la absoluta oscuridad algunos palitos para intentar darle forma a la fogata.

La imagen habla por si misma: El lodge con la zona de camping, la valla y después, la nada…

Finalmente, logramos cocer el arroz y también poner completamente negra la cazuela, pero pudimos cenar, aunque fuera poco. En el camping y antes cenar, subimos a un pequeño cerro que teníamos a nuestras espaldas.

Preparando el arroz a fuego lento, la cazuela nunca más recuperó su color original

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