Un poco más temprano de lo habitual, pero no mucho más, nos pusimos en marcha, recogiendo, desayunando y montando en los coches. El objetivo era llegar cuanto antes a nuestro destino: La zona de Sesriem y Sossusvlei

Como no teníamos claro de qué manera manejaban los Namibios el tema de las gasolineras, ni la distancia entre estas; le pedimos a la chica de recepción en el camping si nos podían llenar los depósitos. Pensábamos que iba a salir ella, pero avisó al jefe de cocina, que apareció con su uniforme de faena, y una gran sonrisa. A lo que nosotros nos preguntamos: ¿Se lavará las manos después? ¿Le saldrá la comida con ese regustillo a gasolina de 93 octanos?

El chico para todo, tanto prepara un chuletón como te sirve gasolina. La sonrisa nunca falta.

Una señal en el camino

Conducir a primera hora de la mañana por las pistas Namibias siempre suele tener recompensa. Tuvimos la suerte de ver animales como no los habíamos visto hasta ese momento: un grupo de Springboks, un Oryx y hasta una cebra bastante coqueta que se giró y posó para mi cámara sin ningún temor.

El susto de la mañana nos lo llevamos al encontrarnos a Ana en el arcén de la pista haciendo señales para que parásemos. En una curva con paso a nivel, se habían salido y desllantado una rueda trasera. Según contaron después, llegaron rápido y despistados a la curva, que era muy cerrada. Como resultado, doblaron una esquina de la señal del paso a nivel y rompieron el piloto trasero del coche.

Después de ver las marcas en el suelo, la señal doblada y el enorme seto de espinas que acabó debajo del coche nos entró la risa. Afortunadamente todo se solucionó con un cambio de rueda y comprobando que el coche llevaba algo doblado en el eje trasero. Al circular la rueda no gira de forma estable, pero tampoco era nada importante.

Aunque no se puede apreciar, debajo del coche había un arbusto de casi 2 metros de alto.
La señal de paso a nivel doblada será un pequeño recuerdo de que por aquí pasamos nosotros.

No hay Road Trip sin susto, por pequeño que sea.

«Refranero del Viajero»

Bethanie, es nombre de pueblo

Seguimos nuestro camino buscando un pueblo donde encontrar un taller para volver a montar el neumático en la llanta, echar gasolina y ya de paso si hubiera una tienda, comprar alimentos. Todavía nos quedaban 2 días de camping por delante y volvíamos a estar sin una gota de agua ni nada sólido que llevarnos a la boca.

Nos paramos en un pueblo bastante grande llamado Bethanie. Más tarde nos enteramos de que es uno de los pueblos más antiguos de Namibia, cuna de los primeros colonos alemanes. Encontramos una gasolinera y un supermercado con muchas cosas si lo comparamos con lo que había en 200km a la redonda. Tenían hasta una nevera con helados y comida enlatada para perros y gatos, todo un lujo en estas latitudes.

Me llama mucho la atención ver como desde muchos kilómetros antes de Bethanie, las pistas se llenan de gente haciendo autostop. Aquí es el medio de transporte principal. También como prácticamente todas las viviendas y hogares están fabricados con restos de chapas y barro. Por supuesto carecen de agua, luz, etc

Un grupo de adultos y un niño se acercan a la tienda en Bethanie. Seguramente no tengan más de 40 años, lamentablemente aparentan el doble.

Durante el camino hasta Bethanie, he reflexionado acerca de la vida en esta zona de Namibia. 

Viven en núcleos reducidos, con sus vecinos más próximos a 3 o 4 kilómetros, en el mejor de los casos. Me gustaría saber cómo se organizan con la comida, qué recursos manejan y en definitiva cómo viven. Porque todo lo que hay a su alrededor es vegetación desértica, mucho polvo, soledad y silencio. Supongo que harán esos viajes en autostop o caminando para comprar en lugares como el supermercado de Bethanie, pero… ¿¿Cómo obtienen el dinero?? ¿¿Dónde trabajan?? También tengo curiosidad por saber qué tipo de servicios sociales les ofrece el gobierno, si es que los tienen, a estas gentes tan alejadas de la capital.

Nuestros primeros días en África son una acumulación de preguntas sin respuesta.

Paquetes de carne envasada en el supermercado.

Como estaba la puerta abierta, pude investigar y ver el proceso de fabricación, es toda una experiencia.

Conducíamos pensando que estábamos bastante lejos de Sesriem, pero en realidad, nos quedaban apenas 200 kilómetros. En medio de una larga y polvorienta pista, encontramos una casa grande con un mini surtidor de gasolina y un pequeño taller. Paramos a darle aire a la rueda averiada y de paso a comer algo. La casa era un hotel-bar cuya dueña era una holandesa muy simpática.

Mantuvimos una animada charla con la mujer, que nos contó que Namibia está lleno de hijos y nietos de emigrantes / colonos alemanes y holandeses. Muchos descendientes como ella, prefieren vivir y montar un establecimiento en medio del desierto, a 150km de distancia del punto habitado más cercano, antes que retornar al país de sus antepasados y vivir con las exigencias y prisas que tiene un país europeo.

A veces es recomendable parar, y estirar las piernas antes de continuar.

Al poco de dejar el bar-hotel, nos encontramos una furgoneta Volkswagen que estaba abandonada en el lateral de la pista. Es muy común ver coches y camiones quemados o abandonados. Supongo que en muchos casos, sobre todo de incendio, será mas rentable dejarlo abandonado a su suerte que llamar a una grúa y pagar el importe del viaje y remolque. De estos vehículos abandonados se utiliza todo y hemos visto cómo la gente coge lo que necesita: piezas para repuestos o trozos de la carrocería, chapa para tapar huecos en las paredes de las viviendas…

Uno de los cientos de vehículos que hay abandonados en los laterales de las pistas. Para alguien aficionado a los coches clásicos, ver esta furgoneta en ese estado es altamente doloroso.

Aeropuertos Internacionales

Llevábamos un rato comentado la situación de los aeropuertos Namibios. Los marcan destacados en los mapas pero apenas es una pista de tierra en una zona plana. En cuanto apareció el siguiente, paramos para investigar un poco. Abrimos la verja, y entramos a dar una vuelta por el aeródromo. No tiene nada más que un indicador de viento y la pista de aterrizaje de arena roja. Seguramente tan sólo se use cuando 2 o 3 ricos lleguen en las avionetas privadas y se alojen en algún lodge cercano para ir a cazar animales a las muchas reservas que vemos durante todo el camino.

«Aeropuerto Internacional, la avioneta está a punto de aterrizar, por favor pasen por el control de pasaportes…»

Como decía antes, las reservas privadas ocupan la mayor parte del espacio de Namibia. Se puede saber que es una reserva, porque a ambos lados de las pistas, continuamente, unas vallas hechas con troncos de madera y alambre, delimitan y mantienen a los animales dentro del recinto. Cada muchos kilómetros, encontramos una puerta para entrar/salir con un cartel que indica el nombre de la finca.

Se da el caso curioso de que las reservas privadas ocupan la mayor parte del país, pero las pistas son de carácter estatal, por lo tanto cuando conduces estás atravesando un terreno privado pero a la vez público. Este aspecto tiene una influencia negativa en los animales, y es que aunque las extensiones son gigantescas, no se pueden mover libremente y se les corta su paso natural de un lado a otro. 

Quizás las pistas y caminos no sean los mejores del mundo, pero la señalización es perfecta; tanto indicando peligros como cruces y pueblos….

Finalmente llegamos a la puerta de entrada del Parque Nacional, pero un poco despistados. Preguntamos en la información si sabían dónde estaba nuestro camping porque no veíamos carteles por ningún lado.

Con razón no lo veíamos, porque estaba a 50km de la puerta. Con lo que para poder ver al día siguiente la famosa duna 45, tendremos que hacer 95 km. Como era ya tarde y la noche se empezaba a echar encima, montamos rápido en los coches y salimos a toda prisa para intentar acceder al camping aún con luz natural.

Unos kilómetros antes de llegar, nos encontramos con una gran manada de springboks. Cruzaron la pista y se quedaron pastando cerca de nosotros. Como no podía ser de otra manera, bajé del coche para sacarles unas fotos desde más cerca. Según me iba acercando, ellos se alejaban despacio y de manera tranquila. Concentrado y disfrutando del momento, cuando quise volver, me di cuenta de que estaba a más de 50 metros de los coches, en medio de la vegetación.

» Fue un regalo inolvidable: Los Springboks, los colores del atardecer, y yo en el medio, como un fotógrafo del National Geographic «

Ya en el camping, el hombre que está en la garita (para su desgracia no iba a ser la única vez que le íbamos a molestar), nos abrió la puerta del recinto, y nos dijo que la recepción, el lodge y el resto de servicios estaban a 5 km de nuestra zona de acampada, ¡¡¡5 kilómetros!!!  Así que después de hacer el check-in y otra vez de regreso, montamos las tiendas casi completamente a oscuras.

No podemos hacer una evaluación del Namib Desert Lodge, porque no vimos nada del mismo. Sabemos que ofrece habitaciones, bungalow e incluso tiendas de camping ya montadas y equipadas. Las parcelas, para los versos libres como nosotros están, como ya he dicho, a 5 kilómetros

Preparamos para cenar un poco de arroz con un sucedáneo de tomate y de postre dos gallegas para cada uno. Lo sé, la alimentación no estaba siendo nuestro fuerte. Decidimos acostarnos rápido para levantarnos muy temprano. El objetivo era llegar a la puerta del parque con tiempo suficiente para entrar con calma y poder acercarnos a la duna 45 antes del amanecer. 

Después de la cena y una sesión de astrología, viendo las estrellas sin ningún tipo de contaminación lumínica, nos metimos en la tienda acompañados de algo parecido a unos grillos, pero que se mueven con muchísima rapidez. Suenan muy lejos pero en unos segundos están pegados a la tienda.

El servicio más original de todos : En el límite de la zona de la parcela del camping, a oscuras, y con los animales paseando alrededor.

África y sus animales nos dan las buenas noches…

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