Preparados para el maratón final de kilómetros que nos esperaban en los dos últimos y definitivos días del viaje. Desmontamos por penúltima vez las tiendas en el camping de Maun, para poner rumbo al famoso y desconocido Desierto del Kalahari.
Llenamos los depósitos de gasolina, decididos a meternos entre pecho y espalda más de 600 kilómetros por una zona desconocida y de la que no teníamos ni un misero pequeño mapa. Absolutamente nada…
Espantando vacas en el Kalahari
Tomamos la salida sur de Maun, por la carretera A3. Hay que reconocer que toda la ruta está en muy buen estado pero es una zona totalmente despoblada. Durante muchos kilómetros únicamente nos cruzamos con vacas salvajes que pastan en los arcenes. De vez en cuando deciden cruzar la carretera, lógicamente sin temor porque… ¿qué vehículos van a pasar por ahí frecuentemente? Ya os lo respondo yo: Apenas ninguno. Así que en alguna ocasión, nos han obligado a frenar de manera brusca. Hay que ir con cuidado porque hemos visto un par de accidentes por colisión con vacas, burros y otros animales domésticos.
Con el paso de los días, vamos aprendiendo tácticas para evitar tener que casi parar los coches cada vez que vemos un grupo de animales en la carretera. El día de la excursión en camión, nuestro conductor en ningún momento frenaba.Cuando se encontraba con animales tumbados en la carretera, simplemente tocaba el claxon varias veces. En el momento en que el camión se encontraba a escasos dos metros, las vacas se apartaban corriendo.
Con esta técnica de despiste vamos actuando. Nos hemos dado cuenta de que funciona bastante bien con las vacas, perdiendo poco tiempo en frenar, esperar a que se aparten con calma, y seguir el camino. Sin embargo, no lo recomendamos probar con las cabras. Porque aparte de ser el grupo más numeroso, tenemos que frenar el coche por completo, incluso bajarnos para espantarlas, con el consiguiente susto, porque alguna se pone agresiva. Están tumbadas y no le tienen ningún miedo a los coches, camiones, etc.
Sabía que las cabras son tozudas, pero no me imaginaba cuanto… Imaginad un rebaño de más de 300 cabras salvajes tumbadas tranquilamente en una carretera por la que apenas pasan vehículos. De repente lleguan dos coches a fastidiarle la siesta, pues esos éramos nosotros…
Un radar en medio del desierto
Paramos a desayunar en un arcén de la carretera, lleno de excrementos de elefante y búfalo. Después de varios días de excursiones y paseos con los guías, podemos adivinar qué tipo de animal es viendo sus caquitas !!. Pasan varios coches y nos dan juego de luces de manera reiterada. A lo lejos vemos a un hombre en medio de la carretera y se le acaba de caer la gorra. Justo a su lado, un trípode!!!! Es el primer policía con radar que nos cruzamos en todo el viaje. Y la pregunta era obligada: Que hace un policía con un radar en medio del desierto del Kalahari?
Los que tenemos algo de experiencia con policías extranjeros, sabemos que el punto número 1 en estas situaciones es no parar bajo ningún concepto. No para ni aunque te den el alto con los palitos que parecen piruletas, ni tampoco reducir la velocidad o cruzar la mirada con el policía. Cualquier movimiento puede ser suficiente para tener una excusa y pararte o perseguirte. Así que lo mejor es cabeza recta, velocidad constante y actuar como si el policía fuera una vaca como otras tantas que hemos visto en los arcenes. Pasamos los dos coches, pero justo el que venía detrás de nosotros, que no debía de tener las lecciones bien aprendidas, lo pararon.
Consejo número 524 del viajero Road Trip: No parar ante un policía que este en una carretera poco transitada bajo ningún concepto. Mirada al frente, velocidad constante y actuar como si no estuviera. Si le haces caso considérate muerto. Te tocará pagar…
Al límite: sin gasolina, sin mapa y con hambre
Pasamos el primer poblado en mucho tiempo, pero no tenía gasolinera. Estábamos llegando casi a la reserva, la situación se estaba volviendo a poner algo tensa. El silencio dentro del coche era importante. Sería una faena, pero a la vez una gran experiencia que contar, decir que nos quedamos tirados sin gasolina en el desierto del Kalahari, a ver cuánta gente podría decir lo mismo!!!
Entre bromas y conversaciones intentando aliviar tensión, llegamos a otro pueblo a más de treinta kilómetros del anterior. La gasolinera que nos encontramos, estaba tomada literalmente por un rebaño de cabras que vivían en la sombra del tejado. Sabiendo que nadie las iba a molestar. Lo dimos por imposible, convencidos ya de que la única gasolinera estaría en la frontera con Namibia, así que nuestras posibilidades de llegar eran bastante ajustadas.
Reunión de Emergencia
Un poco después, paramos los dos coches en el arcén e improvisamos una reunión de emergencia. Que mejor lugar que una carretera completamente recta, vacía, en medio del desierto para tener una reunión trascendental? ¿Qué estamos haciendo cruzando el desierto de oeste a este, conduciendo dirección a Namibia para tan sólo dormir, si al día siguiente tenemos que hacer casi novecientos kilómetros de regreso para llegar a Sudáfrica?
El motivo de este desplazamiento tan loco, era porque en un principio nuestro vuelo de vuelta hacia España iba a salir desde Windhoek, que es la capital de Namibia. Pero como finalmente regresábamos a España otra vez desde Johannesburgo, no tenía mucho sentido hacer 400 kilómetros de ida y otros tantos a la vuelta para solo dormir, cuando además podíamos ir hoy mismo recortándole distancia a la gran etapa de mañana.
Tomamos la decisión por unanimidad: Dar media vuelta, llegar al cruce donde estaba el desvío y seguir hacia el Sur en dirección a Sudáfrica. Esperábamos encontrar un sitio donde pasar la noche. En caso contrario, montaríamos las tiendas en el arcén de la carretera. Como todavía eran las 14:00, aún podíamos adelantar casi cuatrocientos kilómetros de la etapa del día siguiente.
El parto de la cabra
Volvimos a parar en la gasolinera de las cabras para ver si por casualidad había alguien dentro y nos llenaba los depósitos. Allí no había nadie, pero pudimos disfrutar de una escena inesperada. Cuando nos acercamos, todas las cabras escaparon corriendo. Todas excepto una que acababa de parir hacía escasos dos o tres minutos. Su pequeña cría todavía estaba llena de líquido y la cabra tenía colgada la placenta. Como las cabras no nos iban a echar gasolina, dejamos a la nueva mamá tranquila, siguiendo nuestra ruta con un nuevo punto de destino, un pueblo llamado Ghanzi, donde intentar pasar la noche.
Después de la experiencia del parto de la cabra; vimos una señal pequeña, vieja, algo rota. Marcaba un pueblo con lo que parecía una gasolinera. Como no teníamos nada que perder y estábamos ya un poco desesperados, entramos al pueblo. Encontramos un único surtidor, en un descampado, con una mujer vestida de forma estrafalaria sirviendo gasolina a una fila de vehículos bastante importante. Llenamos los depósitos e incluso nos entregó una factura. No sabemos muy bien para qué vale, pero ella la escribió y nos la ofreció.
Un gran look para servir gasolina en el Kalahari, aparte de vestir tan original, la mujer era muy simpática.
A escasos metros de la gasolinera, un cartel mostraba un local de «comida rápida». Ojalá dentro de unos años podamos ver algún Jay´s Fast Food en las grandes urbes Africanas ….
De camino, dejamos una mancha negra en nuestro expediente. Por dos veces atropellamos dos gallinas que se cruzaron en la carretera cuando nosotros pasábamos. A la primera le dimos un golpe y salió despedida por el aire, pero la segunda no tuvo tanta suerte… Se encontró entre nosotros y un camión que circulaba en sentido contrario, escogiendo nuestro lado…. Como resultado, una nube de plumas y la defensa del coche fuera de su sitio.
Cuando llegamos a Ghanzi era ya prácticamente de noche. Vimos una gasolinera que tenía algo parecido a un lodge con habitaciones. Preguntamos si había alguna zona de camping para pasar la noche. Nos ofrecieron acampar, pero por poco más tenían una habitación con cama para dos personas.
Preguntamos por la posibilidad de dormir todos en la habitación aunque fuera en el suelo, y nos enseñaron el cuarto….Que era el gimnasio!!!!. Tenían una cama, y en un cuarto continuo, una terraza reconvertida a habitación (sin baño). Negociamos le precio con el dueño. Por 600 pulas (60€) nos dejaron las dos “habitaciones” y nos pusieron dos colchones de la época de Livingstone.
Otro dīa con sorpresa.. Empezamos con una ruta que cambiamos sobre la marcha, casi nos quedamos sin gasolina, y acabamos durmiendo en un gimnasio. Que vivan los Road Trips !!!