Nos van quedando pocos días, vemos el final cerca. Aunque nos da mucha pena, porque todos querríamos continuar sin pensarlo, hay una parte que nos está pidiendo descanso. Dormir tantas noches de camping en un suelo duro tiene consecuencias. La espalda y las costillas empiezan a dar síntomas de fatiga.

Desayunamos con calma, nos tomamos la pastilla diaria y montamos los seis en nuestro flamante 4×4 alquilado, como una familia feliz que sale de excursión un domingo cualquiera.

Este es el mapa, buena suerte…

Tardamos en llegar al parque alrededor de hora y media, es la distancia que hay desde nuestro alojamiento en Maun. La diferencia entre este 4×4 y los que nosotros tenemos es abismal. En nuestros 4×4 de mentira, cualquier bache hace que el coche tiemble por completo, aquí son inapreciables…

Aprovechamos para hacernos una foto de grupo. Por suerte no apareció ningún animal cerca…

En la entrada del parque, los planes se volvieron a torcer (otra vez). Parece que últimamente no podemos organizar nada con antelación. La ruta que nos había recomendado el gerente del camping estaba cortada, así que el guarda nos mostró un mapa con la única ruta posible. Compramos casi obligados un mapa del parque por 100 pulas. Lo que podíamos recorrer tampoco era malo del todo: cruzar cuatro puentes, vadear dos charcas sin saber en que estado están, zonas de arena suelta, etc…

Los primeros caminos del parque son de grava con mucho polvo. Pero según avanzamos, la pista comienza a ser de arena suelta. Cada vez es más complicado mantener el coche recto, hay que ir corrigiendo constantemente la dirección. En algunas zonas, a pesar de lo alta que lleva la suspensión, la arena nos frena por completo. En esos casos, gracias a la tracción integral, vamos avanzando muy despacio, con las ruedas delanteras completamente giradas hacia un lado.

Entre arena y arena, nos cruzamos con varios grupos de impalas, kudu, cebras, etc. Llegamos al primer puente, donde las expectativas que teníamos no defraudaron lo más mínimo. Un puente similar a los que utilizó el camión el día anterior para llevarnos al río. Nos bajamos del 4×4 para comprobar la zona y con un poco de cuidado, lo cruzamos sin ningún tipo de problema.

La vida en Moremi es bastante más tranquila que en Etosha, las cebras apenas se asustan o alejan hasta que estás muy cerca.

Nos paramos a descansar en un cruce de caminos, escuchamos un ruido y encontramos una gran familia de monos subidos a un árbol. De este árbol colgaban algo parecido a unas mini calabazas alargadas, que los monos arrancan para comer. Cuando se aburren de la calabaza, o no tienen nada más que comer, estudian la ubicación de los impalas que pastan debajo y se las tiran a la cabeza. Por supuesto, los pobres impalas salen corriendo asustados sin entender nada. 

Uno de los monos atacando a los pobres Impalas desde el árbol.

Cruzando puentes, viviendo al limite

Llegamos al segundo puente después de pelearnos durante un par de kilómetros con más arena suelta que en todas las dunas de Sesriem juntas (enlace). Lo cruzamos y nos encontramos un camping abandonado. Por supuesto no había nadie alojado, ni restos de haber estado poblado recientemente. Ubicado justo en el centro del parque, se necesitan varias horas para llegar, no tiene ningún tipo de sombra donde pasar las peores horas del día. Parece más un refugio para trabajadores del parque, que un camping como los que hemos visto hasta ahora. 

No tardamos mucho en llegar al tercer puente. El nivel va subiendo porque cada vez es peor que el anterior. Este puente es el más largo de todos, está en mucho peor estado. Los troncos están atravesados, sueltos e incluso algunos completamente enterrados varios centímetros en el agua. Logramos cruzarlo sin problemas, pero siendo ya conscientes de que nuestra suerte podía cambiar en cualquier momento. Estábamos solos, no había conexión de teléfono, los puentes y cruces cada vez eran peores… sinceramente, en algún momento me veía haciendo noche en el 4×4 esperando al rescate. A mi no me preocupaba mucho, pero tampoco quise compartir mis pensamientos con el resto del grupo..

Los primeros pasos eran resistentes, aunque de aspecto no lo parecieran.
Cuando no había troncos y únicamente agua, teníamos que bajar y tratar de comprobar la altura.

Llegabamos al punto cumbre del día: Un puente del que apenas existen restos. Para poder seguir, había que vadear una charca que no parecía muy profunda. Se veía bastante bien el fondo excepto una pequeña zona oscura en el medio. David, que conducía, tenía algo de miedo. Era la primera vez que utilizaba un 4×4 en estas condiciones tan extremas para él. Hablamos con unas pequeñas indicaciones, se armó de valor, respiró hondo, aceleró… El coche se empezó a meter en la charca, vemos que se hunde, más, y más, y más…  hasta que el agua nos llega casi al cristal. Fueron tan sólo unos segundos, con otro acelerón salimos de la charca de un impulso. Durante varios minutos reinó el silencio…

Un elefante demasiado cerca

Seguimos surcando la arena por las pistas, hasta que nos encontramos una manada de elefantes que estaba cruzando el camino. Paramos el coche, apagamos el motor y nos dispusimos a disfrutar del momento.

Tuvimos mucha suerte de encontrarnos con esta imagen tan cerca. También suerte por el precio que casi pagamos y finalmente se quedó en un susto…

Mientras una cría de elefante apuraba el paso un poco asustado para meterse entre las patas de su madre, el resto seguían su camino entre árboles y setos. Algo no le gustó mucho a la mamá elefante, abrió bien los ojos y nos miró fijamente moviendo sus grandes orejas hacia los lados. Nos mantuvimos en silencio, como intentado pasar desapercibidos, pero dio un paso al frente, para ponerse a unos dos metros de nosotros. No sabiendo si actuando bien o no, encendimos el motor para salir de allí cuanto antes. Por suerte, al escuchar el ruido del coche dio media vuelta asustada. Fueron momentos de tensión, porque nunca sabes como puede reaccionar un animal de ese tamaño, sobre todo cuando tiene una cría tan pequeña.

Fray Perico y su Borrico

Apenas unos minutos después de salir del parque, nos cruzamos con varios niños que llevaban un pobre burro en muy mal estado. Paramos a hablar con ellos y regalarles unas camisetas de Logroño que Ana y Fran se han traído para repartir. Como en muchas otras ocasiones, se ha vuelto a repetir la misma situación: Tan rápido como muestras una camiseta, pinturas, comida, etc… aparecen como de la nada más de 20 niños que no sabes muy bien de donde vienen, como si estuvieran escondidos observándote. Cuando llegan a tu lado se quedan callados, con los ojos como platos,mirándote fijamente.Es muy triste no poder darle algo a cada uno, pero no llevamos tantas cosas para repartir.

El pobre burro estaba en una situación lamentable. A su joven dueño le interesaban las camisetas pero no las fotos.

Llegamos al camping, entregamos el coche y dimos por concluido el día con una cena y una partida de cartas.  Casi nos quedamos enterrados en la arena, después en el agua, enfadamos a una mamá elefante.. ¡ha sido completo!

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