Visitar las Cataratas Victoria, es lo único que tenemos reservado de antemano en todo el viaje. Después de mucho investigar, llegamos a la conclusión de que entrar en Zimbabwe con el coche para ver solo las cataratas no compensa en absoluto. Primero tendríamos que pagar un extra en la agencia de alquiler, porque Zimbabwe no está dentro de la lista de países cubiertos por el seguro. Segundo, en la frontera nos harían pagar una tasa por circular dentro del país con nuestro coche.
Con ese plan, optamos con buscar un transporte hasta Victoria Falls. A primera hora, una hombre nos estaba esperando en la puerta del camping para acercarnos en un 4×4 hasta la frontera entre Botswana y Zimbabwe. Después de cruzar la frontera caminando, otra persona nos llevaría en un mini bus hasta las Cataratas. Al final del día, volveríamos a hacer el mismo recorrido, pero al revés.
Zimbabwe es … «otra cosa»
La frontera de Zimbabwe se parece mucho a lo que Jorge, David y yo vimos, disfrutamos y sufrimos durante el Mongol Rally. Un sitio sucio, viejo, mal cuidado y con policías con ganas de cobrar mucho y trabajar poco. Ahí entra siempre la picaresca del policía queriendo sacar partido de nada, y nuestra pericia de llevar la jugada hasta el límite pero sin pasarnos. Los policías son los que tienen la última palabra, pero el juego está en aguantar hasta el último momento para pagarle lo mínimo posible. En el fondo es divertido, yo me lo paso muy bien en estas situaciones. Mis compañeros no tanto….
Pocas cosas había que fotografiar en los alrededores de ambas fronteras, donde los monos rebuscando entre la basura eran mayoría.
Sellamos en el pasaporte la salida de Botswana. El precio por el visado de Zimbabwe es de 30 dólares por un solo día. Como es habitual, únicamente después de pagar te ponen el sello y devuelven el pasaporte. Hemos calculado, y todavía nos faltan 9 sellos más. Cuando vuelva a casa tengo que pedir uno nuevo, porque no me van a quedar hojas vacías.
La foto que nos ofreció Zimbabwe era mucho peor de lo que nos imaginábamos. Nada comparable con cualquiera de los países que he visitado hasta ahora. Independientemente de la política que lleven a cabo, que también influye, en ningún sitio he visto cosas como aquí: Gente que te golpea las puertas del autobús en la propia frontera para pedir comida; para ofrecer y tratar de venderte cosas, muchas personas con desnutrición, mal aspecto, desnudos… un drama
Y por fin…Las cataratas Victoria !!!
El trayecto hasta Victoria Falls es una carretera rodeada de bosques, sin nada interesante que ver ni comentar. De vez en cuando algún poblado a lo lejos, pero nada parecido a lo que vimos en Namibia. El conductor del autobús tampoco es muy hablador, así que el camino se hace bastante aburrido.
En la ciudad viven alrededor de treinta mil personas, prácticamente todas relacionadas con las cataratas y el turismo. Ya sea a través de empresas de viajes, como guías o de un estado social más bajo, vendiendo en las calles tallas de madera, cerámica o cualquier cosa que se les ocurra.
Una indicación grabada en piedra y las banderas nos dan la bienvenida a Victoria Falls.
Cuando llegamos al aparcamiento, mientras el conductor fue a buscar unos chubasqueros, un grupo de siete u ocho hombres empezaron a golpear los cristales para vendernos todo lo que llevaban en las manos: tallas de madera, figuras de animales, etc. A cambio de dinero, comida o incluso pedían nuestras propias prendas de ropa, nos ha quedado muy claro que lamentablemente en este país todo es negociable.
Entramos al parque con un guía. Tras una breve explicación de apenas 3 minutos, comenzamos a caminar hacia los diversos miradores que componen el parque. Una gran estatua nos da la bienvenida. Una figura de Sir David Livingstone, descubridor de las cataratas, explorador y todo un personaje a seguir… Quien no ha escuchado alguna vez la frase: El Dr. Livingston supongo?
No podía faltar una figura de David Livingston, descubridor para el «mundo moderno» de las Cataratas entra otras muchas cosas.
Las vistas desde los diferentes miradores son espectaculares; pero no tanto como el sonido del agua al caer al río. Un estruendo continuo, que ruge y que a veces casi impide entender a la persona que te está hablando justo al lado. La lluvia constante que se produce con la caída del agua y el viento hacen que los chubasqueros sean imprescindibles en algunas zonas, porque por momentos el chaparrón es intenso.
Las cataratas son increíbles, pero si hay algún punto donde realmente fascinan, es un mirador con una roca desde donde se puede ver el río 110 metros más abajo. Eso sí, hay que echarle un poco de valor, dejar atrás el miedo, y siempre con mucha responsabilidad. Este es el lugar donde más gente se acumula a lo largo del día, llegando por momentos a tener más visitantes que el resto de los miradores juntos.
La piscina del Diablo y otra actividades
Justo enfrente de los miradores está la parte de las cataratas que corresponde a Zambia. Allí se encuentra uno de los lugares más increíbles donde bañarse, quizás en todo el mundo: La piscina del Diablo.
En la temporada seca, que abarca de septiembre a Diciembre, es posible bañarse en unas pozas que el río tiene justo donde comienza su caída vertiginosa de más de 100 metros. Para llegar hasta ahí hay que contratar un tour guiado previamente, pues el acceso no es libre y forma parte de un complejo hotelero. Nosotros no pudimos hacerlo porque en Agosto todavía la corriente del río es demasiado fuerte, pero nos quedamos con las ganas. Las fotos hablan solas.
En la parte final llegamos hasta el puente que une Zimbawe con Zambia. Este es uno de los santuarios para los amantes del puenting odeportes elásticos. El cañón del río es enormemente alto, mucha gente vuela desde todas las partes del mundo para saltar al vacío en el cañón del río que apenas lleva agua.
El puente que separa Zimbabwe con Zambia y desde donde se realizan los saltos.
Ya que estábamos allí, preguntamos el precio por sobrevolar en helicóptero las cataratas. Negociamos mucho e intentamos rebajarlo, pero el precio final era de 95 euros. No incluyendo del precio de la entrada al parque, en total algo más de 100 euros por apenas quince minutos. La entrada al parque siempre hay que pagarla aparte, porque el helicóptero tiene que pagar por entrar dentro del espacio aéreo del parque.
Los colmillos del león
Paramos en una tienda para comprar postales y algo de recuerdo de Zimbabwe. Allí en la puerta, cometí el grave error de preguntarle a un chico cuánto costaban dos dientes de león que vendía engarzados a un colgante. Su primera oferta fue de cien euros cada uno, pero como había sido simplemente curiosidad, le dije que no me interesaban. No pude haber hecho nada peor, porque el chico estuvo intentando entrar en la tienda todo el tiempo pero el guarda de seguridad lo alejaba de la puerta a empujones, incluso utilizando una especie de porra. Cuando salimos se pegó a mí, poniendo los colmillos en mi mano, rebajando el precio continuamente. La última oferta que me hizo, cuando yo ya estaba dentro de autobús, y él me gritaba desde fuera era de veinte euros por los dos dientes…
Así es tristemente la vida en Zimbabwe, donde nadie tiene o no quieren utilizar la moneda de su país, porque apenas tiene valor. Donde la mitad de la población vive, o por lo menos lo intenta, gracias a los viajeros que visitan las cataratas cada año.
De regresamos a Botswana, paramos a comer otra vez en la misma pizzería. Pasamos el resto del día tomando un poco el Sol, escribiendo el diario tranquilamente en un bar de madera sobre el río. Se estaba tan bien, que nos fuimos a dormir los últimos, cuando el camarero terminó su turno de trabajo, cerró con candados las neveras y nos apagó las luces..