Aunque resulte duro de contar, a las 3:15h ya estábamos en pie. Queríamos ponernos en marcha pronto y llegar a tiempo a la puerta del parque sin problemas. Con un frío como no habíamos tenido en las anteriores noches, y mucho más sueño, despertamos al guardia de la puerta del Lodge para que nos abriera la barrera para salir. No pareció sentarle muy bien, la verdad. Salió con una camiseta, descalzo y con cara de no entender nada, ni porqué estos locos salían al desierto a las 3:00h. Pero nosotros somos así.
Gracias a este madrugón aprendimos un poco más cómo funcionan muchas cosas aquí. Estas personas trabajan, de día controlando la barrera, y de noche duermen allí, concretamente en la misma caseta. Se podría decir que su vida gira en torno a la barrera y la entrada del recinto. Su trabajo es abrir la valla a gente que se gasta más dinero en una semana, que todo lo que todo que él podría ganar trabajando 300 años.

El trayecto se hizo corto. Como estaba previsto llegamos los primeros a la puerta del parque. Llamamos a voces al hombre de la garita, que con cara de pocos amigos nos informó que hasta las 6:30h no se abría la puerta. ¿¿¿Cómo??? No puede ser pensamos, porque a esa hora no llegamos a ver el amanecer. El sol ya habrá salido.
Por mucho que le insistimos, no nos hizo ni caso. Cada vez que lo despertábamos nos contestaba siempre lo mismo. No. Así que, en un último intento, pensamos en ofrecerle 50$. Pero esta idea iba a resultar totalmente inútil, como pudimos comprobar unas horas después.
Ante semejante problema y sin ninguna otra posibilidad de entrar, decidimos esperar en el coche. Intentamos acomodarnos lo mejor posible y dormir hasta la hora en que se abriera la puerta. Sobre las 6:00h, con la luz del amanecer ya a nuestras espaldas, empezó el movimiento de coches en el interior del recinto. El guardián de la puerta seguía durmiendo a pierna suelta.
Varios coches empezaban a llegar y aparcar detrás de los nuestros. De uno de ellos, se bajó una mujer italiana que se nos acercó a preguntar a qué hora abrían la puerta. Estuvimos hablando con ella un rato.
Un poco cansados ya de esperar nos volvimos a acercar a la puerta para preguntar una vez más a que hora tenían pensado abrir. Porque ya se pasaban casi 20 minutos de las 6:50h que nos habían dicho en un principio.

Una hora menos en Namibia.
En ese momento el hombre, nos mostró su reloj: marcaba las 5:50h. Justo cuando Jorge le iba a decir que tenía el reloj parado, a mí se me encendió la bombilla y le corté la intervención. Espera un momento, en Namibia es una hora menos que Sudáfrica y España. Jorge se quedó pálido y yo sin palabras, pero con ganas de morirme de la risa.
– ¿¿Sabías que es una hora menos y no nos dices nada?? me preguntó Jorge – ¡¡¡Llevamos 3 días viviendo con la hora equivocada!!!
– Yo lo sabía y lo dije un día en el coche, pero veo que nadie me hizo caso, respondí.
La reacción a la gran noticia, por parte del resto del grupo fue decir: ¡¡Joder!!! Entonces hoy nos hemos levantado a las 2:15h. Con razón el portero del Lodge tenía cara de asustado. Estaría pensando: ¿a dónde irán estos locos españoles tan temprano?

Pero las sorpresas matutinas no terminaron con nuestro nuevo cambio horario. Cuando abrieron la puerta, preguntamos en la oficina de información. Resulta que teníamos que pagar 500$N para entrar dentro del parque (las seis personas y los dos coches). La entrada vale sólo para un día. No se puede pagar el día antes y llegar temprano porque la segunda barrera no la abren nunca antes de las 7:00h. Por lo tanto, es imposible ver el amanecer desde la duna si no se está alojado dentro del camping del parque.
Pagamos los 500$N de nuestra entrada. Nos quedamos sorprendidos de que la carretera estuviese completamente asfaltada hasta el final, con esto no habíamos contado la noche anterior haciendo nuestros planes horarios. Como era bastante temprano y no había casi coches circulando llegamos a la famosa Duna 45 y nos la encontramos bastante vacía.

Duna 45

La famosa duna 45, desde lejos la pendiente impresiona….
Apenas un par de camiones de viajes organizados estaban aparcados delante de la duna, donde mientras los clientes suben a sacarse las fotos y ver el paisaje, los dos hombres que van con ellos les preparan el desayuno, colocan las sillas, las mesas, etc; para que cuando bajen tengan todo listo para desayunar sin que les falte de nada…
La duna tiene 170 metros de alto, y es no es fácil de ascender, porque aunque está bastante pisada, los pies se entierran una barbaridad, y a los 3 minutos de ascensión el cuerpo ya pide descanso. Además, no conviene intentar subir corriendo, la propia experiencia me dijo que después de unos cuantos pasos, el corazón se quiere salir del pecho.
Subir la duna es una experiencia indescriptible, a cada paso se va notando el aumento de altura, la zona que se pisa puede tener como mucho 25 cm de ancho y a ambos lados la gran pendiente, levantar la vista y ver unas figuritas pequeñas allí arriba en lo alto impresiona, por momentos te sientes como un equilibrista caminando por un cable…
La arista de la duna es una superficie estrecha, lo que hace que los primeros pasos se den con cuidado por el miedo interior a caerse hacia los lados.

Mucha gente sube y baja a lo largo de la mañana. A partir del mediodía estar ahí con el calor debe de ser insoportable. Por un lado es bonito y curioso subir, pero pensándolo bien es un desgaste brutal para la duna: miles de personas subiendo y bajando por donde les da la gana a diario, haciendo lo que quieren e incluso llevándose arena en pequeñas botellas…
Una parada para descansar y sacarse una foto de grupo a mitad de camino..

Estuvimos en lo alto de la duna bastante tiempo, tanto que al final prácticamente nos quedamos solos. Todas las personas empezaron a bajar, desayunar o simplemente seguir el camino hasta el final, aparte, el calor se empezaba a dejar notar de manera importante. Fue en ese rato cuando aprovechamos para disfrutar de algo que pocas veces podremos hacer: saltar por los aires a 150 metros de altura y no rompernos un par de costillas en el intento. Las fotos hablan por sí solas….

Cuando el Sol apretaba tanto que era imposible estar descalzo sobre la arena, decidimos bajar por un lateral corriendo y seguir nuestra ruta hasta el final del parque. El paisaje que rodea a la carretera es impresionante: cientos de dunas todas de diferentes formas y tamaños, con la arena brillando por el sol o generando sombras, dan ganas de pararse y hacerle fotos a todas y cada una de ellas….
Llegamos a la zona donde se encuentran los restos de sal y el lago seco, una zona que avisan sólo es apta para vehículos 4×4.Nosotros, pobres ilusos y pensando que los pequeños coches que alquilamos se manejarían sin problema, entramos por el camino y apenas 200 metros después nos quedamos atrapados…A duras penas conseguimos sacarlos y dar media vuelta para volver al parking…
Por suerte y como es un lugar bastante visitado, hay bastantes vehículos 4×4, que se dedican a llevar a la gente hasta el final y traerlos de vuelta a una hora acordada. Un conductor de esos vehículos nos vio pelear con el Terios y como buen comercial primero nos ofreció su ayuda, y tras nuestra negativa, nos siguió todo el camino hasta el parking para ofrecernos un viaje a buen precio….
No nos quedaba otro remedio que aceptar si queríamos ver el lago y las dunas, así que negociamos el precio en Euros y Dólares Americanos. No tuvimos suerte, y no conseguimos colarle el mismo precio en ambas monedas. Así que pagamos unos 10 euros cada uno por el paseo de ida y vuelta.
El 4×4 que nos acercó hasta el final del parque (el lago seco y las dunas)

La salina y el lago entre las dunas es una estampa curiosa; después de subir a lo alto de una duna, se puede ver el auténtico cementerio de árboles totalmente secos, con la superficie de tierra blanca a su alrededor. Es una superficie mucho más grande lo que aparenta. La última vez que se llenó de agua fue en el año 2001. Cuando eso sucede, y mientras el agua se mantiene, nace y crece vegetación dando lugar a un oasis.
El lago seco con sus restos de sal.

Quien no ha visto esta foto en un fondo de pantalla?

Durante la visita al lago y el camino de vuelta, algo me tenía preocupado: ¿Cómo es posible que un 4×4 se quede atrapado en una pequeña pista de arena? Había algo que no me cuadraba en esta historia… así que me puse a investigar en los papeles del coche, hasta que al final como me esperaba apareció la sorpresa: En el cristal teníamos una pegatina redonda de Europcar con un número de teléfono de emergencia, pero por debajo se apreciaban unas letras…. Arranqué la pegatina y me encontré otra, en forma de aviso, notificando que el diferencial había sido desactivado por defecto desde la fábrica…. Los de Europcar nos la habían colado y de que manera…


Llegamos a la entrada del parque y preguntamos las posibilidades y precios para alojarnos en el camping esa noche y así poder ver de una vez el amanecer en la duna 45. Como había sitio y el precio era bueno, decidimos reservar unas plazas y nos organizamos para ir a buscar todo el material. Hicimos 2 grupos: unos hicieron el trabajo sucio de desmontar, recoger, traer todo de vuelta, etc y el resto del grupo nos quedamos en el bar del parque pasando fotos, escribiendo el diario, etc. No tenía sentido ir todos en los dos coches y gastar gasolina de forma innecesaria. Los que nos quedamos, nos comprometimos a cambio, a montar todas las tiendas y el campamento en cuanto ellos llegaran.
En la zona de acampada, los coyotes pasean entre las tiendas y caravanas buscando comida que robar o algunas sobras que llevarse a la boca.

Tras el regreso con las tiendas, accesorios etc, volvimos a hacer la cena a base de troncos y palitos, esta vez nos costó un poco más porque la leña no tiraba y los palitos tampoco sobran en ese camping, así que se puede decir que hicimos pasta a fuego lento…
Durante la preparación y degustación de nuestra ración, nos acompañaron entre las tiendas varios coyotes que se dedicaban a pasear y esperar a que les cayera algo de comida o más bien robarla si podían. Son como pequeños perros con el pelo marrón y negro, que a pesar de todo se asustan con mucha facilidad y tienen mucho miedo a las personas.
Después de cenar, tuvimos la compañía de un hombre suizo llamado Matías, que llevaba más de cinco años dando la vuelta al mundo en su moto. Casi sin querer, le hicimos un tercer grado sobre lugares, países y otros datos que nos interesaban para futuros viajes. Es un placer compartir sobremesa con gente así, y es que algunos llevamos un Matías dentro…
El día no daba para más, sin lugar a dudas, el más intenso de todos los que llevamos de viaje….